Para apostar al 100% por tu negocio es imprescindible arriesgarse para ganar y la posibilidad de ampliar nuestro mercado no debe de darnos miedo
“Nunca temamos negociar” ya lo decía John F. Kennedy. Y es que los negocios con más éxito son los que también han arriesgado a la hora de tomar decisiones, sobre todo a la hora de ampliar fronteras. Dar el salto no tiene por qué ser tan complicado: todos los productos que tengan una identificación y que cumplan los requisitos para entrar en el país de destino, puede ser susceptibles de ser exportados. ¿Estás planteando esta posibilidad?
En primer lugar hay que realizar un estudio de mercado para asegurarse de que el producto que vamos a comerciar en otro país tiene garantías de supervivencia. Ponerse en contacto con el público más susceptible de comprar nuestros productos y con las empresas Hay que ponerse en contacto con los clientes o bien, con los establecimientos que van a adquirir tu producto para su posterior venta. Para ello es conveniente realizar una buena publicidad sobre el producto y las garantías que ofrece la empresa.
Cada país tiene unas normas reguladas por sus propios Gobiernos. Antes de emprendedor la aventura de internacionalizar el producto, es necesario conocerlas.
Además existen dos formas de exportación: la directa es aquella en la que la empresa distribuidora es el encargado de todo el proceso, desde ponerse en contacto con los clientes, exportar el producto o el cobro final por los servicios. Aunque requiere de más esfuerzo, el distribuidor también tiene más control sobre los trámites y el modelo de negocio. Por otra parte está la exportación indirecta, cuando la empresa se encarga de un ámbito del proceso, generalmente el lanzamiento y distribución del producto, dejando para las empresas autóctonas la captación del cliente y posterior venta. Este sistema es óptimo para lanzar un nuevo producto, con la ayuda y la gestión del personal del país que se van a realizar las exportaciones.
